

De cara a trasladar físicamente este rasgo, el estudio ha optado por un acercamiento conceptual. El recurso más empleado es la presencia del triángulo, que, de manera abstracta representa las banderitas que suelen decoran las calles en cualquier celebración local.

Otro recurso importante ha sido el uso de colores vibrantes para el mobiliario. Los rojos, turquesas o rosas ácidos representan, según el estudio, “el optimismo y la actitud positiva de los filipinos, que siempre saben cómo sonreír por muy mala que sea la situación”.
Para potenciar estos recursos, toda la casa es un gran lienzo en blanco. De este modo, los triángulos perforados resaltan sobre las paredes en blanco (un efecto al que ayuda el espejo del salón) y el mobiliario resulta siendo una explosión de color entre tanta monocromía.

Lo contrario ocurre con la iluminación. A mayor luz artificial, más expuestos quedan los recursos empleados, sobre todo los triángulos perforados. Esto se debe a que han colocado luminarias detrás de las paredes y el techo (ambos falsos) y, al encenderlas, los huecos crean juegos de sombras cambiantes dependiendo del número de luces encendidas.

Destaca también la clase de materiales empleados en el suelo. En el salón y la cocina, por ejemplo, se ha aplicado un sellador a base de litio para conseguir un efecto de terrazo liso, mientras que el suelo del ático se ha cubierto de césped artificial para crear una especie de jardín interior que continúa hasta el exterior. Este material también se ha utilizado para la base de la mesa.

Vía: diarioDESIGN
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