

Además de las molduras en sí, es necesario un adhesivo especial sin disolventes para fijarlas a pared y techo; una segueta para cortarlas, espátula para aplicar el adhesivo, y pintura plástica o vinílica (sin disolventes) del mismo tono que la pared o el techo, o bien de color blanco.
En primer lugar, hay que aplicar el adhesivo con la espátula, tanto en la pared y el techo como en las caras internas de la moldura. Existen piezas especiales en esquina e inglete para no tener que complicarnos con los cortes. Sin embargo, tampoco es necesario ajustarlos a la perfección, ya que los huecos entre las piezas se rellenan con el mismo adhesivo, que tiene una textura gruesa de pasta que rellena eficazmente todos los huecos. Así iremos colocando las molduras; los restos de adhesivo que rebosen se retiran sin problemas con un paño humedecido en agua.
Una vez terminado el perímetro de la habitación, hay que dejar secar la pasta adhesiva hasta el día siguiente y luego lijar las partes que hemos rellenado con lija nº 280, para que queden lisas y bien niveladas. A continuación será el momento de pintar. Para ello, es recomendable enmascarar las zonas que sean de distinto color al que llevará la moldura con cinta de carrocero, y luego aplicar la pintura (al agua y, si puede ser, especial para molduras) con brocha plana de buena calidad. Serán necesarias por lo menos dos manos para obtener un acabado perfecto.
Cuando las molduras estén rematadas y pintadas, nadie será capaz de distinguirlas de un auténtico trabajo de escayola… A menos que se suba a una escalera. ¡Una forma sencilla, rápida y barata de revalorizar nuestras estancias!
Vía: Deco Estilo
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