No es la primera vez que vemos los exitosos frutos de la asociación entre el estudio de diseño de Gema Alfaro y Emili Manrique y la cadena hotelera One Shot. Tras Valencia y San Sebastián, ahora en la capital vuelven a escoger un edificio señorial para convertirlo en el hospedaje soñado por cualquier visitante de Madrid.
El alojamiento deseado
El paisaje va moldeándose según el recorrido del visitante, desde la calle hasta el interior más privado de cada habitación. Alfaro Manrique consigue ofrecer una compleja coherencia formal, en que cada espacio llama al siguiente y recuerda al anterior.
El patio interior es un vergel que «late» como si fuera el corazón del edificio. En él, tanto los clientes del hotel como los usuarios del entorno se ven acogidos: para estar, tomar un café o trabajar. El patio da continuidad al espacio de restauración Olivia Te Cuida, contenido en el hotel.
Alrededor del patio, se hace presente un mismo lenguaje geométrico a todas las escalas. Desde los detalles más insignificantes, como los porta-amenities en baños, hasta los paramentos verticales que abrazan la recepción en el acceso al edificio, generando curiosas ilusiones ópticas y dando valor no sólo al conjunto, sino a cada pieza.
Luces y colores goyescos
Una finca señorial
Ubicado en una zona donde los edificios de presencia decimónica y señorial marcan un especial carácter, el nuevo Hotel One Shot fue construido a principios del siglo XX. Madrid vivía un florecimiento gracias a la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial, y así lo atestiguaban sus casas. La finca que nos ocupa era un buen ejemplo, un interesantísimo inmueble con un gran patio central y una fachada elegantemente trabajada, con múltiples referencias históricas.
El edificio cambió de uso en el año 1990, siendo destinado a oficinas, hasta que se decide recuperar para uso hotelero. Es por ello que se conservan pocos elementos históricos, de gran valor para Alfaro Manrique en su restauración. Tal como nos cuentan, se han mantenido «para enfatizar la memoria del mismo y la vinculación con la ciudad de Madrid».
Resaltan la escalera principal, hecha en madera con un zócalo revestido de cerámica con referencias andalusíes; y el zaguán de entrada, con sus molduras y viguerías de techo en madera. Al ser el resto más anodino, ha permitido que los diseñadores tuvieran un lienzo en blanco en el que intervenir. Para crear un interiorismo de formas rotundas, de geometrías claras y elocuentes, coloristas.
El alojamiento deseado
El paisaje va moldeándose según el recorrido del visitante, desde la calle hasta el interior más privado de cada habitación. Alfaro Manrique consigue ofrecer una compleja coherencia formal, en que cada espacio llama al siguiente y recuerda al anterior.
El patio interior es un vergel que «late» como si fuera el corazón del edificio. En él, tanto los clientes del hotel como los usuarios del entorno se ven acogidos: para estar, tomar un café o trabajar. El patio da continuidad al espacio de restauración Olivia Te Cuida, contenido en el hotel.
Alrededor del patio, se hace presente un mismo lenguaje geométrico a todas las escalas. Desde los detalles más insignificantes, como los porta-amenities en baños, hasta los paramentos verticales que abrazan la recepción en el acceso al edificio, generando curiosas ilusiones ópticas y dando valor no sólo al conjunto, sino a cada pieza.
Luces y colores goyescos
No hay pintor que supiera retratar a la capital como Francisco de Goya. Y su paleta de color es la que da sentido a todo el interiorismo del Hotel One Shot Fortuny 07. Cuyo nombre viene de otro pintor: Mariano Fortuny, otro de los grandes contemporáneos del aragonés.
Los colores presentes en los lacados de armarios y escritorios, en las tapicerías, las alfombras, las puertas de las habitaciones, etc., ofrecen cierta vivacidad y frescor al conjunto y lo ligan a una hermosa narrativa vinculada a la paleta de un pintor como Goya. Tan es así que se han extraído referencias a este colorido, en especial de las obras enmarcadas en la serie Cartones para Tapices, que tratan sobre la vida costumbrista en el Madrid del siglo XVIII.
Pero no queda ahí la vinculación con Goya. Y es que en el zaguán ajardinado de acceso al hotel se encuentra un busto reinterpretado en pieza artística contemporánea de Leocadia, la última mujer de Goya, pero “incomodada” al estar partida por la mitad.
Por otro lado, la variedad de materiales busca acercarse a la nobleza que el hotel demandaba. Mármoles negros de Marquina y blancos de Carrara, latonados, maderas de roble naturales aceitadas y una profusa variedad de coloristas acabados lacados en ciertos ámbitos ofrecen un entorno que «equilibra la exuberancia expresiva con la sutilidad de la memoria», nos explican sus diseñadores.
Los textiles en butacas y sillas están trabajados en terciopelos, que aportan calidez y lujo. Alfombras, reposapiés, butacas y sofás expresamente diseñados para el hotel ofrecen una rica variedad de formas muy inusual y una heterogénea paleta de colores que se sumergen en la riqueza cromática del interiorismo.
La iluminación igualmente ha sido en su gran mayoría diseñada y prototipada desde Alfaro- Manrique Atelier. De esta manera crean «piezas totalmente diferenciadas y exclusivas del hotel». Han empleado materiales como latón, vidrio opal y cerrajería negra, además de una lámpara de pie, Leocadia, también en honor a la mujer de Goya.
Fotografía: Victor Sajara y Vicugo
Para más información visiten: Alfaro Manrique
Vía: Diariodesign
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