Un proyecto insólito
Pocos proyectos llaman tanto la atención como éste. No solo por su inverosímil singularidad, sino también por el buenrollismo que desprende cada rincón, cada fotografía, cada relato de las obras. Se nota que cliente y arquitecto son amigos, y se nota que se lo han pasado en grande.
La Iglesia de Tas
«Pon en manos del Señor todas tus obras, y tus proyectos se cumplirán» (Proverbios 16:3). Este pasaje de la Biblia no puede ser más apropiado para la ocasión. En el caso que nos ataña, es el director creativo Tas Careaga quien pone en manos de su amigo y arquitecto Carlos Garmendia la reforma de su nueva y particular vivienda.
Entre amigos
«Hay clientes diferentes, especiales, valientes. Clientes que ven más allá, que no se conforman con lo de siempre. Clientes que, además de todo eso, son unas bellísimas personas. Clientes que hace tiempo que dejaron de ser clientes para ser grandes amigos.» Narra el arquitecto en su cuenta de Instagram. Y añade «Han pasado más de 3 años desde aquel: Carlos, soy Tas. Te necesito, me he comprado una puta iglesia”.
Para Garmendia la reforma de esta pequeña iglesia no ha sido solo un reto profesional, sino también un divertimento personal. «Ahora ya no hago falta más que para echar leña a la chimenea y llevar ginebra los sábados; pero todo lo que me he llevado a cambio de estos años es muchísimo más grande que un trabajo. Ha sido, es y será un placer siempre, Tas.»
Una ermita en Bizkaia
La iglesia de la que le hablaba su amigo Tas cuando le llamó se encontraba en el barrio de Las Barrietas del municipio de Sopuerta, Bizkaia. Era poco más grande que una ermita y su estado estaba prácticamente en ruinas. El edificio había sido construido durante la segunda mitad del siglo XVI. Posteriormente, a finales del s.XVIII sufrió una importante remodelación en términos neoclásicos. Se aumentó su altura y se le añadió un campanario y un abrevadero.
Cuenta el propietario que el anuncio hablaba de «un terreno con edificación en ruinas en venta». En la foto se veía la parroquia, pero no se cercioró de que se trataba de una iglesia hasta que fue a verlo. Enseguida se enamoró de la idea de reconvertirla en una moderna vivienda. Así que lo primero que hizo fue ponerse en contacto con Garmendia.
El edificio se encontraba sin cubierta, desplomada en el propio interior, y en un estado preocupante de inestabilidad estructural. Aun así, el arquitecto confirmó que el proyecto era viable.
Máxima conservación de elementos originales
En todo momento, se priorizó la idea de intervenir lo mínimo indispensable para preservar cuántos más elementos originales fueran posibles. La actuación se entendió como un elemento ajeno implantado dentro de una ruina.
El resultado
A pesar de los infortunios de una obra de tal complejidad, el resultado es espectacular. El arquitecto ha conseguido transformar y adaptar el espacio a las necesidades, gustos y estilo de vida del cliente. Ha sabido domesticar un espacio fuera de lo común, manteniendo su historia a la vez que lo modernizaba.
Diseño contemporáneo en el interior
El interiorismo incluye obras de arte contemporáneo y piezas icónicas del diseño moderno, como la Lounge Chair y Ottoman de los Eames o las sillas Panton. El contraste con el entorno es espectacular.
Un espacio abierto a todos
La idea del propietario es que el espacio vaya más allá de la vivienda particular. Quiere que se convierta en un showroom abierto, social, que se pueda visitar y que acoja eventos gastronómicos y culturales, entre otros.
Para más información visiten: Tas Careaga, Garmendia Cordero Arquitectos
Vía: Diariodesign
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