Caixaforum es uno de los lugares de referencia para turistas y locales que se dejan caer por Montjuïc. No sólo por sus interesantes exposiciones, sobre arte, cine, cultura, contemporáneas y clásicas, sino también por su ubicación.
Un restaurante para un espacio muy especial
La emblemática fábrica Casaramona, edificio de estilo modernista de 1913, es obra de Josep Puig i Cadafalch. Un ejemplo pionero de edificio industrial en el que su arquitecto experimentó con las nuevas corrientes arquitectónicas, y creó nuevas formas de entender el espacio de trabajo.
El restaurante de Caixaforum por tanto pretende convertirse en ese lugar donde poder reposar lo vivido unos momentos antes en el museo. “En un entorno cálidamente sobrio, donde seguir saboreando con calma la experiencia”, en palabras de los responsables del proyecto Federico Turull Neddermann, Ellen Rapelius y Sonia de la Torre.
La entrada del restaurante es un homenaje a las exposiciones realizadas, con catálogos expuestos en unas estanterías. En el interior, la sensación de galería se mantiene. En el perímetro inferior de bancadas y mesas se exponen carteles impresos sobre telas de exposiciones emblemáticas, a modo de cuadros expuestos. Frente a ellos, una fachada de ventanas enmarcadas con madera de roble y que generan nuevos cuadros en el interior nos rodea. Visiones parciales de las naves del edificio de Puig i Cadafalch, que se incorporan
de este modo a la obra expuesta.
La reforma necesaria
Considerando el carácter patrimonial del edificio, la propuesta de actuación del restaurante de Caixaforum ha intentado poner en valor la obra de Cadafalch. Al tiempo que sirve como punto de proyección de las actividades tanto expositivas como culturales del centro.
La reforma necesaria
Considerando el carácter patrimonial del edificio, la propuesta de actuación del restaurante de Caixaforum ha intentado poner en valor la obra de Cadafalch. Al tiempo que sirve como punto de proyección de las actividades tanto expositivas como culturales del centro.
El restaurante y cocina ocupan la mayor parte de una de las naves de la antigua fábrica. En él se busca revalorizar el carácter y personalidad del edificio, marcando una altura de intervención que recorre el espacio y lo desvincula de los elementos estructurales propios. Se potencia y remarca la verticalidad y ritmo de las fachadas, poniendo aún más en relieve los pilares de hierro, cerchas y bóvedas, característicos de Casaramona.
Las fachadas interiores acompañan este ritmo vertical, con un juego de diferentes paneles tapizados que se intercalan con carteles de exposiciones emblemáticas y el amplio abanico de actividades culturales del centro. Este juego de tapizados de pared, junto con el uso de los textiles en bancadas y mobiliario, aportan un gran confort acústico muy necesario en los espacios de hostelería.
Para dar respuesta a la variedad de usos que adquiere el restaurante a lo largo del día, se han generado cuatro puertas correderas automáticas, que ocultas tras las paredes, aparecen y dividen el espacio según sus necesidades. Éstas mantienen la estética de las paredes de las que surgen, por lo que no hacen más que prolongarlas y unirlas.
Las terrazas del restaurante se sitúan a ambos lados del edificio, generando un filtro vegetal de separación, más fresco y amable, con las calles adyacentes. Las visiones de las terrazas desde las ventanas de la sala se convierten en un marco a un pequeño jardín interior de Casaramona.
Para más información visiten: Turull Sörensen arquitectos
Vía: diarioDESIGN
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