Un pequeño “casillo” agrícola se convirtió en la casa refugio de una joven pareja tras el proyecto de renovación realizado por los arquitecto Beatriz Álvarez y Miguel Ciria. La edificación se encuentra en la vertiente occidental del Pico Ocejón, dentro del marco geográfico de los pueblos más representativos de la llamada Arquitectura Negra, que se extiende por la Sierra de Ayllón, al noroeste de la provincia de Guadalajara. Este tipo de arquitectura recibe su nombre del uso de la pizarra negra tanto en los muros como en las cubiertas de la casas.
La construcción de 58 m2 cuenta con una planta casi cuadrada y dispone de un muro medianero y tres fachadas exteriores, con acceso por el sur, vistas al Ocejón por el este y una reguera antigua a norte que la separa de la edificación colindante. La casa, coronada por la tradicional cubierta a dos agua de madera, se amplió en altura para poder disponer de una planta intermedia. Esta ampliación se levanta “sobre los muros originales de pizarra de 70 cm todavía en pie, conservando el sistema constructivo de cerramiento y carga”, explica el estudio de arquitectura. Estas paredes están realizadas a base de “lajas” irregulares de pizarra del lugar, utilizando las de mayor espesor para los muros y las más finas y de mayor tamaño para la cubierta. En las fachadas, se abren “pequeños huecos con cargaderos tradicionales de vigas de roble y carpinterías de madera sin persiana ni frailero exterior”.
En contraste con el exterior y su “arquitectura negra”, el interior sorprende por su contemporaneidad en tonos claros y escogidas piezas de mobiliario. Éste se ha organizado como un único espacio con diferentes niveles, que ofrecen una sensación de mayor amplitud, reforzada por la paleta cromática en colores claros y luminosos. La planta tiene unas dimensiones casi cuadradas de 4,50 m y una altura de 4,5 en su punto más alto. En la planta baja, se sitúa una pequeña cocina abierta y un baño que recibe la luz natural de un lucernario interior. Una escalera tipo barco, realizada con chapa metálica plegada blanca, facilita el acceso a la planta alta, que se utiliza como estudio y dormitorio. Su primer peldaño es un tocho de madera cepillado de un resto de la viga principal del casillo.
El cerramiento se ha trasdosado por el interior con aislamiento y para permitir el paso de las instalaciones. Para evitar la pérdida de espacio originado por los desplomes de los muros existentes se configuran zócalos dejando visto el ladrillo rejuntado en el resto del muro. Como calefacción se utiliza una estufa de aire de pellets en el centro del espacio. El trazado de la chimenea discurre visto por el interior del baño y la planta alta hasta la cubierta para aprovechar el calor que desprende.
El nuevo forjado intermedio se ha fabricado con un tablero macizo de madera de pino que sirve como acabado apoyado sobre viguetas de perfiles metálicos. Los mismos tableros de madera se han utilizado para un mueble contenedor en el altillo, la puerta del baño y el sofá de la zona del comedor.
Comentan los arquitectos que les gustaría que “el proyecto se entendiese como ejemplo de intervención contemporánea en el patrimonio etnográfico y cultural, que junto con la conservación del medio natural, pueda contribuir al desarrollo sostenible de una zona cuyos pueblos quedaron deshabitados en los años sesenta.”
Para más información visiten: Ciria Alvarez Arquitectos
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